La favela de los perros abandonados.-

En una ladera del sur de Brasil, lejos del ruido de las ciudades y del olvido que pesa sobre tantos animales, existe un rincón que parece salido de un sueño colectivo: una favela construida para perros y gatos rescatados.

No es lujo. No hay cercas blancas ni jardines simétricos. Hay techos de zinc, casas pequeñas y caminos de tierra. Pero hay algo más grande que todo eso: pertenencia.

Más de 1.600 perros y 200 gatos viven allí, protegidos por una comunidad que decidió que el abandono no sería su destino final. Cada casa fue levantada con urgencia y ternura. Cada plato de comida —13 toneladas al mes— es una promesa cumplida. Y cada ladrido es un eco de libertad.

Este lugar no nació de una estrategia perfecta. Nació de la ingenuidad de querer cambiar el mundo, como dijo una de sus fundadoras. Y a veces, esa ingenuidad es lo más revolucionario que tenemos.

Porque el bienestar animal no siempre se ve como en los catálogos. A veces se parece más a una colina llena de casas improvisadas, donde cada perro tiene nombre, historia y segunda oportunidad.