En 1987, Brasil sufrió un devastador desastre nuclear: el accidente nuclear de Goiania. Se cobró la vida de muchos, incluida una niña de seis años.
Aunque no es tan conocido como Chernobyl, también muestra el impacto de los desastres nucleares.
El Instituto de Radioterapia de Goiania, al reubicarse, dejó maquinaria y suministros hospitalarios que ya no eran útiles.
Una de las máquinas que dejaron fue una unidad de teleterapia que contenía cesio 137, una sustancia altamente radiactiva.
Dos hombres, cuando excavaban en el edificio abandonado, encontraron la máquina radiactiva y la vendieron a un depósito de chatarra.
En el depósito de chatarra, la máquina fue desmantelada, liberando el cesio 137.
Pero la situación empeoró aún más. Los empleados del depósito de chatarra estaban fascinados por el azul “brillante” del material radiactivo que resplandecía en la oscuridad.
Completamente ajenos al peligro de la situación, distribuyeron la sustancia entre los locales.
Muy pronto, el Cesium 137 se había extendido como un incendio forestal a través de Goiania. La enfermedad que siguió fue devastadora. 249 personas tenían niveles significativos de intoxicación radiactiva. Un total de 49 tuvieron que ser hospitalizados y otros 21 estaban en cuidados intensivos.
Trágicamente, el dueño del depósito de chatarra, Devair Ferreira, tenía un hermano, Ivo, quien dió la sustancia a su hija de seis años, Leide das Neves Ferreira.
Estaba demasiado fascinada con aquello, poniendose el polvo sobre elcuerpo.
Mientras jugaba con el polvo recibió una dosis mayor que la mortal de radiación.
Fue enterrada en este ataúd.
Debido a la fascinación de los lugareños con esta sustancia azul que brillaba en la oscuridad, la situación se descontroló y se cobró la vida de personas inocentes.
Un incidente bastante horrible.