SI YA TE ACOSTASTE… NO SALGAS
Hay advertencias que no vienen en los noticieros…
pero que se pasan de boca en boca, como secretos antiguos que la vida grita bajito.
“Si ya te acostaste, no salgas”, decía mi abuela.
Y cuando le preguntábamos por qué, solo respondía con esa mirada que lo decía todo:
“porque hay cosas que no se ven… pero te encuentran.”
No es superstición.
Es sabiduría ancestral, es intuición de madre, es alerta espiritual.
Porque la noche no es solo oscuridad:
es un territorio donde las almas en pena caminan, donde las malas decisiones se gestan, donde el destino se puede torcer con una simple palabra: “sí voy”.
Y es que cuando ya estás bañado, relajado, a punto de dormir…
ese cuerpo ya se rindió al descanso, esa energía ya cerró su ciclo.
Tu día ya acabó.
Salir, es desobedecer a tu propia alma.
Y cuando uno se levanta con flojera a ponerse ropa,
a medio abrir los ojos para ir a “ver qué onda” o porque “nomás será un rato”…
no sabe que está entrando en una dimensión que ya no lo contemplaba.
Por eso hay tantos accidentes absurdos,
tantos desaparecidos de madrugada,
tantos que dijeron: “nada más salgo y regreso”… y nunca volvieron.
Porque saliste cuando ya habías sido protegido.
Porque le diste la espalda al descanso.
Y despertaste cosas que ya estaban dormidas.
No es que siempre pase algo malo.
Es que cuando pasa… casi siempre comenzó con una salida sin sentido.
Así que si ya estás en paz… no te pongas en peligro.
No cambies la tranquilidad de tu cama por el riesgo de una noche que no te pertenece.
No te dejes llevar por la urgencia de los demás.
Si te invitan de última hora, si el plan llega cuando ya estabas a punto de soñar,
piensa dos veces:
¿realmente vale la pena desobedecer a tu descanso… solo por no quedar mal?
Porque hay regresos que nunca suceden.
Y hay noches que, si las enfrentas, te cobran caro.