Desde El Fuerte Sinaloa, julio 26, 2025

El vestido que no pudo cambiar el destino de una reina.-

El vestido que no pudo cambiar el destino de una reina
En 1951, el mundo presenció una boda que parecía sacada de un cuento de hadas. El Sha de Irán, Mohammed Reza Pahlavi, se enamoró de Soraya Esfandiary Bakhtiari con solo ver una fotografía suya. Tras un solo encuentro, le propuso matrimonio con un anillo de compromiso de 22,37 quilates. El vestido de novia, acorde con esa unión digna de la realeza, fue diseñado por Christian Dior y pasaría a la historia como una obra maestra de la alta costura.
El diseño era deslumbrante: 37 metros de lamé plateado, 6.000 diamantes y 20.000 plumas de marabú. Pesaba 15 kilos y representaba no solo el lujo de una monarquía en su apogeo, sino también la presión de una corona que esperaba mucho más que belleza.
Ese día, sin embargo, Soraya estaba debilitada por la fiebre tifoidea. La nieve caía sobre Teherán, y decenas de estufas se encendieron en el palacio para mantenerla en pie. Aún así, al terminar la ceremonia, una dama de compañía tuvo que cortar parte de la cola del vestido para que la reina pudiera mantenerse de pie.
Siete años después, la falta de un heredero varón provocó el fin del matrimonio. El Sha, entre lágrimas, anunció el divorcio. Soraya lo llamó “un sacrificio de mi felicidad”.
La historia no tuvo final feliz. El Sha se casó con Farah Diba, tuvo hijos, pero perdería su trono tras la revolución islámica. Soraya, en cambio, vivió el resto de su vida en Europa, lejos del poder, convertida en un símbolo trágico de una realeza que ya no existe.
En 2001, tras su muerte, sus posesiones fueron subastadas. El vestido de Dior, símbolo de esplendor y destino truncado, fue vendido por 1,2 millones de dólares. Un recuerdo tangible de una reina que lo tuvo todo… excepto el futuro que soñó.