Desde El Fuerte Sinaloa, noviembre 24, 2024

Cerocahui, heridas al paraíso.

BREVE Y PRECISO.

DOMINGO FÉLIX TORRES.

Cerocahui, heridas al paraíso.

Las lluvias habían llegado temprano a la sierra, sus pobladores estaban alegres. Había terminado la larga y penosa temporada de secas.

Atrás estaban las penurias de la sequía y el calor.

Por los arroyos corrían las primeras aguas que hacían vaciar estruendosas cascadas sobre las rocas de las quebradas.

El bosque respiraba de nuevo, alegres los pinos reverdecían, bañandandose y meciéndose con el viento y con la lluvia.

Frescos los pastos invitaban a las bestias al festejo. En los viñedos las negras uvas se preparaban a ser cortadas, las plantas de árnica crecían, para en pocos días pintar de amarillo el valle con sus flores. Las frutas: Membrillos, manzanas, peras, duraznos, maduraban en las ramas de los árboles.

Los campesinos depositaban esperanzados de nuevo el maíz, la calabaza, la sandía y el frijol en la tierra.

En su grandeza, Dios había mandado de nuevo la lluvia, una vez más todo era felicidad y esperanza en Cerocahui.

El clima agradable y fresco había hecho llegar a turistas de todas partes, era imposible dejar de contemplar la belleza, no ver la grandiosidad de la naturaleza en Cerocahui.

Cerocahui en realidad, era el paraíso en la tierra.

Sin embargo, en la sierra no todo era perfecto.

Por encima de la belleza natural, a pesar de las bondades que dios derrama sobre los hombres, la convivencia humana no volteaba a ver la grandeza de la creación.

La existencia de una convivencia humana impuesta, no ligada a la naturaleza, no empatada con ella, ha contrariado a la naturaleza, a contrariado a dios.

Por encima de toda la belleza del entorno, hay una convivencia donde los hombres han establecido sus propias reglas, reglas no escritas pero que tienen vigor y mucho.

Tanto que de pronto, cuesta la vida.

Esas Reglas superan las reglas que si están escritas.

Reglas como: No visitar tales y cuales lugares, no mirar a algunas personas que pasan al lado, no hablar ni decir nada (“Ellos” nos ignoran y nosotros los ignoramos, dicen los campesinos), no salir después de determinadas horas, no esto y no aquello…Hay leyes y hay un orden impuesto en Cerocahui y en la Sierra.

También hay quién imparte la ley y hace justicia.

Los vecinos solo deben obedecerlas.

Aún, así y con todo, el estado antinatural de las cosas, no puede sostenerse, por eso, porque es antinatural, porque es inhumano.

Así, en Cerocahui sobrevino la desgracia.

¿Por qué y cómo se llegó a esto?

La razón de ello es muy sencilla: El hombre ha violado las leyes de la naturaleza, no respeta la lluvia, no respeta el río, el bosque y la naturaleza, no respeta a los animales, no respeta a las personas, no respeta a nada, no respeta a dios…La creación divina, las leyes de Dios son pisoteadas por los hombres.

“El hombre busca lo artificioso y lo antinatural”.

Los sacerdotes lo advirtieron durante mucho tiempo, la misma gente fue consciente de ello.

Sin embargo, El hombre no hizo caso.

Igual que Adán, el hombre ha dañado y daña de nuevo el paraíso.

Cerocahui, la sierra, la naturaleza, el paraíso, ha sido pisoteado por la ambición del hombre.

Tenemos que volver a la naturaleza de nuevo, recuperar el paraíso.

El paraíso que espera por los hombres y mujeres de bien.

Saludos, amigos.