El soldado japonés que permaneció escondido durante casi 30 años… sin saber que la Segunda Guerra Mundial había terminado
La historia de Hiroo Onoda es una de las más sorprendentes y extremas de la historia militar. Nació en Japón en 1922 y, durante la Segunda Guerra Mundial, fue entrenado como oficial de inteligencia del Ejército Imperial. Su misión en 1944 lo llevó a la isla de Lubang, en Filipinas, con una orden muy clara: resistir, sobrevivir y nunca rendirse.
Cuando la guerra terminó en 1945, Japón se rindió tras la devastación de Hiroshima y Nagasaki… pero Onoda y otros compañeros se negaron a creerlo. Pensaban que era un engaño de los enemigos. Incluso cuando recibieron panfletos desde aviones que anunciaban el fin de la guerra, ellos lo consideraron propaganda.
Durante años, Onoda vivió en la jungla, cazando, robando comida a los habitantes locales y enfrentando un clima hostil. Poco a poco, sus compañeros fueron muriendo o rindiéndose, hasta que él quedó solo, convertido en una sombra de la guerra que había terminado hacía décadas.
El mundo cambió, pero Onoda seguía resistiendo. Pasaron 29 años hasta que en 1974 un joven aventurero japonés llamado Norio Suzuki lo encontró. Suzuki le explicó que la guerra había terminado hacía tiempo, pero Onoda se negó a rendirse sin recibir órdenes directas de un superior.
Increíblemente, el gobierno japonés localizó a su antiguo comandante, que ya vivía como civil, y lo enviaron a la isla para darle la orden de deponer las armas. Solo entonces, el 9 de marzo de 1974, Hiroo Onoda entregó su rifle, todavía en perfectas condiciones, junto con municiones y granadas.
Había pasado casi tres décadas en la selva, aferrado a su deber y convencido de que la guerra aún continuaba. Su regreso a Japón causó asombro y debate: algunos lo vieron como un héroe leal, otros como un hombre atrapado en el fanatismo militar de su tiempo.
La historia de Onoda nos recuerda hasta dónde puede llegar la obediencia, la disciplina y la resistencia humana, incluso frente a la realidad más evidente: el mundo había cambiado, pero para él, la guerra nunca terminó.
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