Columna: Breve Intervalo
Rafael Báez Molina
¿QUIEN ESTA MAL, EL MUNDO O YO?
A veces me pregunto ¿por qué nací? ¿a qué vine a este mundo? Mi mente se llena de recuerdos nostálgicos y negativos desde mi infancia. Realizo un recorrido hacia atrás, en retrospectiva y no me gusta lo que veo en ello.
Soy un árbol que me siento con la raíz podrida, aunado a un sinfín de vulnerabilidades.
Dicen que uno mismo es el arquitecto de su propio destino y no me gusta el balance que esto arroja.
Toda la vida enfrentándonos a nuestros propios demonios y muchas veces nos han ganado la batalla.
Nada de qué sentirse orgulloso.
El recuento delos daños creo que es cuantioso e irreparable. No existe manera de dar vuelta a la página.
Infinidad de veces, lastimas a la gente que te importa, con o sin razón, porque te ganan los niveles de ira y la frustración, cuando te das cuenta de lo que hiciste, ya es demasiado tarde para reparar el daño, o el orgullo malentendido no te permite que para aprender a vencer estas vulnerabilidades es necesario actuar con humildad.
¿Pero qué pasa cuando te lastiman a ti?
O en qué casos se aplica la frase “perdono, pero no olvido”.
Por supuesto, es muy difícil hacerlo.
En ocasiones la sensibilidad no siempre está a flor de piel, mucho menos cuando se tiene que lidiar día a día con personas déspotas, prepotentes, fanfarronas, arrogantes, hipócritas, convenencieras, inestables, amargadas, traicioneras, corruptas, desleales, mentirosas, falsas, narcisistas, etc.
También las conocidas como “perdonavidas”, o aquellos que solo te buscan cuando te necesitan y después ya no las vuelves a ver.
Palabras fuertes, pero dice un dicho: “al que le quede el saco, que se lo ponga”.
Otro verdadero dolor de cabeza; la envidia en el ámbito laboral, ¿quién no la ha padecido o la padece?, intrigas, desprestigio, personas con complejo de superioridad, que constantemente buscan un motivo para hacerte vulnerable, utilizando la difamación como su arma más certera, con argumentos “que no eres apto para realizar tu trabajo y responsabilidad”.
Se autodefinen como todólogos e indispensables, eso creen.
Por tal motivo les dicen “personas tóxicas” y el estar todos los días lidiando con esa clase de gente, llega el momento en que se nos va la salud, y después… “el infarto”.
Hay personas que no se tientan el corazón para afectar a otra, con tal de lograr sus objetivos y lo peor del caso, es que “son como una manzana podrida”, si no se actúa a tiempo, se pierden las demás, “una gota de hiel echa a perder un barril de miel”.
Lamentablemente, esto es parte de la condición humana. La falta de sentimientos y el desprecio absoluto.
Cierto, el rencor no es bueno.
Se supone que la mayoría de los problemas tienen solución, esa es la máxima de una mente positiva o lo contrario a ello, muchas veces se actúa de manera irracional, sin control de nuestros impulsos, por malentendidos…nos damos cuenta de los errores cometidos, pero el daño ya está hecho y a pesar de ello, el orgullo se resiste a aceptarlo.
Estos temas son indicadores o indicios que hacen crisis en muchísimas personas.
De tal manera que, por distintas razones, a veces es difícil de explicar la conducta humana, sin embargo, esto conlleva indiscutiblemente a la reflexión y preguntarse la razón de dicho comportamiento, consciente o inconsciente y de las secuelas que nos hacen comportarnos de esa manera tan negativa, donde no nada más uno se afecta, sino también hacemos sufrir a nuestros seres queridos, arrastrándolos a esa negatividad.
Insistimos en que no necesitamos ayuda profesional, cuando es todo lo contrario, “nos guiamos por un solo patrón de conducta conflictiva” el cual no es el adecuado y nos aterra ponernos en manos de un experto en estos temas tan delicados, “por temor a que la gente nos señale que no somos personas normales” y mientras uno no acepte que necesita ayuda, desafortunadamente se va acrecentando el problema.
El alcohólico dice que no es alcohólico, el drogadicto dice que no es drogadicto, el neurótico tampoco lo acepta, solo lo reconocen hasta que pisan fondo y a veces ni así.
Lo peor del caso, es que hay personas que se victimizan de las acciones que ellas mismas provocan y terminan culpando a los demás.
Necesitamos dejar de crear problemas, reclamar cosas insignificantes y evitar todo aquello que nos quita la vida…equivocarse es un defecto de todos, pedir disculpas es una virtud de pocos.
Resumiendo todo lo anterior en una magnífica reflexión que me llegó por ahí, “La vida puede tomar rumbos jamás imaginados, es increíble cómo en un instante todo puede cambiar, nadie está exento de nada, y en ninguna circunstancia, de que sirven dinero, títulos, fama, éxito, poder.
Todos somos iguales, entonces ¿para qué el orgullo?, ¿para qué el reclamo? ¿para qué la arrogancia?, ¿para qué la victimización?, ¿para qué el apego a los bienes materiales? ¿Para qué la bronca? La vida puede tomar rumbos jamás imaginados.
¿Crees que tu versión es la verdad absoluta?
Todo lo que tenemos es el día a día, para que lo vivamos con pasión y disfrutemos al máximo, haciendo el bien, sirviendo al prójimo y llenos de alegría.
Necesitamos dejar de crear problemas, reclamar cosas insignificantes y evitar siempre todo aquello “que nos quite la vida”, cuida de no perder a quien te ama y te acepta cual eres.
Cómo en el juego de ajedrez, al final tanto el Rey como el Peón, se guardan en la misma caja.
Vale la pena examinarnos sobre lo que hemos hecho.
Nacemos sin traer nada…morimos sin llevarnos nada…absolutamente nada y lo triste es que, en el intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por lo que no trajimos, y aún más…por lo que no nos llevaremos…Pensemos en eso, vivamos mejor, amemos más, entendamos siempre al otro y seamos más felices, busquemos a Dios mientras pueda ser hallado.
Ojalá nunca se nos olvide que para ser grandes…hay que ser humildes”.