Desde El Fuerte Sinaloa, diciembre 5, 2024

¿QUIEN ESTA MAL, EL MUNDO O YO?

Columna: Breve Intervalo

Rafael Báez Molina

¿QUIEN ESTA MAL, EL MUNDO O YO?

A veces me pregunto ¿por qué nací? ¿a qué vine a este mundo? Mi mente se llena de recuerdos nostálgicos y negativos desde mi infancia. Realizo un recorrido hacia atrás, en retrospectiva y no me gusta lo que veo en ello.

Soy   un   árbol   que   me   siento   con   la   raíz   podrida, aunado   a   un   sinfín   de vulnerabilidades.

Dicen que uno mismo es el arquitecto de su propio destino y no me gusta el balance que esto arroja.

Toda la vida enfrentándonos a nuestros propios demonios y muchas veces nos han ganado la batalla.

Nada de qué sentirse orgulloso.

El recuento delos   daños creo   que es   cuantioso   e   irreparable.  No existe manera   de   dar vuelta a la página.

Infinidad   de   veces, lastimas   a   la   gente   que te importa, con   o   sin   razón, porque te ganan los niveles de ira y la frustración, cuando te das cuenta de lo   que   hiciste, ya   es   demasiado tarde   para   reparar   el daño, o   el   orgullo malentendido no te permite que para aprender a vencer estas vulnerabilidades es necesario actuar con humildad.

¿Pero qué pasa cuando te lastiman a ti?

O en qué casos se aplica la frase “perdono, pero no olvido”.

Por supuesto, es muy difícil hacerlo.

En ocasiones la sensibilidad no siempre está a flor de piel, mucho menos cuando se tiene que lidiar día a día con personas déspotas, prepotentes, fanfarronas, arrogantes, hipócritas, convenencieras, inestables, amargadas, traicioneras, corruptas, desleales, mentirosas, falsas, narcisistas, etc.

También las conocidas como “perdonavidas”, o aquellos que solo te buscan cuando te necesitan y después ya no las vuelves a ver.

Palabras fuertes, pero dice un dicho: “al que le quede el saco, que se lo ponga”.

Otro verdadero dolor de cabeza; la envidia en el ámbito laboral, ¿quién no la ha padecido o la padece?, intrigas, desprestigio, personas con complejo de superioridad, que   constantemente   buscan   un   motivo   para   hacerte vulnerable, utilizando   la   difamación   como   su   arma   más   certera, con argumentos “que no eres apto para realizar tu trabajo y responsabilidad”.

Se autodefinen como todólogos e indispensables, eso creen.

Por tal motivo les dicen “personas tóxicas” y el estar todos los días lidiando con esa clase de gente, llega el momento en que se nos va la salud, y después… “el infarto”.

Hay personas que no se tientan el corazón para afectar a otra, con tal de lograr sus objetivos y lo peor del caso, es que “son como una manzana podrida”, si no se actúa a tiempo, se pierden las demás, “una gota de hiel echa a perder un barril de miel”.

Lamentablemente, esto   es   parte   de   la   condición   humana.   La   falta   de sentimientos y el desprecio absoluto.

Cierto, el rencor no es bueno.

Se supone que la mayoría de los problemas tienen solución, esa es la máxima de una mente positiva o lo contrario a ello, muchas   veces   se   actúa   de   manera   irracional, sin   control   de   nuestros impulsos, por malentendidos…nos damos cuenta de los errores cometidos, pero el daño ya está hecho y a pesar de ello, el orgullo se resiste a aceptarlo.

Estos temas son   indicadores   o   indicios   que   hacen   crisis   en   muchísimas personas.

De tal manera   que, por distintas razones, a veces es difícil   de explicar la conducta humana, sin embargo, esto conlleva indiscutiblemente a la reflexión y preguntarse la razón de dicho comportamiento, consciente o inconsciente y de las secuelas que nos hacen comportarnos de esa manera tan negativa, donde no nada más uno se afecta, sino también hacemos sufrir a nuestros seres queridos, arrastrándolos a esa negatividad.

Insistimos   en   que   no   necesitamos   ayuda   profesional, cuando   es   todo   lo contrario, “nos guiamos por un solo patrón de conducta conflictiva” el cual no es el adecuado y nos aterra ponernos en manos de un experto en estos temas tan delicados, “por temor a que la gente nos señale que no somos personas   normales” y   mientras   uno   no   acepte   que   necesita   ayuda, desafortunadamente se va acrecentando el problema.

El alcohólico dice que no   es   alcohólico, el   drogadicto   dice   que   no   es   drogadicto, el   neurótico tampoco lo acepta, solo lo reconocen hasta que pisan fondo y a veces ni así.

Lo peor del caso, es que hay personas que se victimizan de las acciones que ellas mismas provocan y terminan culpando a los demás.

Necesitamos dejar de crear problemas, reclamar cosas insignificantes y evitar todo aquello que nos quita la vida…equivocarse es un defecto de todos, pedir disculpas es una virtud de pocos.

Resumiendo todo lo anterior en una magnífica reflexión que me llegó por ahí, “La vida puede tomar rumbos jamás imaginados, es increíble cómo en un instante   todo   puede   cambiar, nadie   está   exento   de   nada, y   en   ninguna circunstancia, de que sirven dinero, títulos, fama, éxito, poder.

Todos somos iguales, entonces ¿para qué el orgullo?, ¿para qué el reclamo? ¿para qué la arrogancia?, ¿para qué la victimización?, ¿para qué el apego a los bienes materiales?   ¿Para   qué   la   bronca?   La   vida   puede   tomar   rumbos   jamás imaginados.

¿Crees   que   tu   versión   es   la   verdad   absoluta?

Todo   lo   que tenemos es el día a día, para que lo vivamos con pasión y disfrutemos al máximo, haciendo   el   bien, sirviendo   al   prójimo   y   llenos   de   alegría.

Necesitamos   dejar   de   crear   problemas, reclamar   cosas   insignificantes   y evitar siempre todo aquello “que nos quite la vida”, cuida de no perder a quien te ama y te acepta cual eres.

Cómo en el juego de ajedrez, al final tanto el Rey como el Peón, se guardan en la misma caja.

Vale la pena examinarnos sobre lo que hemos hecho.

Nacemos sin traer nada…morimos sin llevarnos nada…absolutamente nada y lo triste es que, en el intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por lo que no trajimos, y aún más…por lo que no nos llevaremos…Pensemos en eso, vivamos mejor, amemos más, entendamos siempre al otro y seamos más felices, busquemos a Dios mientras pueda ser hallado.

Ojalá   nunca   se   nos   olvide   que   para   ser   grandes…hay   que   ser humildes”.