Veintisiete años caminando… y todavía no ha llegado a casa.
En 1998, Karl Bushby, ex paracaidista británico, cerró la puerta de su hogar con una sola condición: no regresaría hasta darle la vuelta al mundo… caminando.
Sin aviones.
Sin trenes.
Sin aventones.
Solo sus pies… y una promesa.
Su primer paso lo dio en Punta Arenas, Chile. Desde ahí, comenzó un viaje que parecía imposible: cruzar selvas donde cada ruido puede significar peligro, desiertos donde el calor quema la piel, montañas donde respirar duele, y mares que exigen más que fuerza: exigen fe.
Caminó sobre el hielo del Estrecho de Bering, sobrevivió a la selva del Darién —un lugar del que muchos no regresan—, nadó cientos de kilómetros en el mar Caspio y luchó contra fronteras que se cerraban como muros invisibles.
En 2025, tras más de cincuenta y ocho mil kilómetros, por fin puso un pie en Europa. Pero su viaje no ha terminado… aún debe llegar caminando a Hull, Inglaterra, el lugar donde todo empezó.
Porque hay promesas que no se rompen.
Y hay caminos que, por más largos que sean, siempre llevan de vuelta a casa.