En 1988, una aterradora emergencia en el aire golpeó cuando un Boeing 737 experimentó una descompresión repentina y violenta durante el vuelo. Una gran parte del fuselaje superior del avión se desgarró, exponiendo a los pasajeros al cielo abierto a una altitud de crucero. Ante los daños estructurales extremos y el caos en la cabina, el piloto demostró una notable compostura, tomando rápidamente el control y guiando a la aeronave dañada a un aterrizaje seguro apenas 13 minutos después de que comenzara la crisis.
En medio del pánico, la tragedia cobró la vida de una azafata que fue arrastrada desde la aeronave a través del fuselaje roto mientras realizaba sus tareas. Ella fue la única muerte en un incidente que podría haber terminado mucho peor. La supervivencia de todos los demás pasajeros y tripulación se atribuyó al diseño resistente del Boeing 737 y al rápido pensamiento y profesionalismo de la tripulación de vuelo, que evitaron que la situación se fuera de control.
El incidente cautivó al público y más tarde fue dramatizado en la película de televisión *Vuelo 243: aterrizaje de emergencia*, que rindió homenaje al coraje y resistencia mostrada ese día. Sigue siendo un capítulo aleccionador pero inspirador en la historia de la aviación: un testimonio de la fortaleza humana ante una catástrofe repentina y un recordatorio de la extraordinaria habilidad y valentía que a menudo se esconden detrás de la puerta de la cabina.