Desde El Fuerte Sinaloa, marzo 29, 2024

Letras personales: Cuando pensé ser periodista.-

Letras personales.

Cuando pensé ser periodista.-

Era el verano del año 1984, a invitación de un buen amigo a pasar unos días en la ciudad de Nogales, Sonora, nos subimos al tren llamado “El Piojo” o “El Burro”

Era el tren de los pobres, cobraban muy barato, eso sí, lento y sucio.

Nos subimos a eso de las 10 de la mañana en Estación Sufragio, para variar el tren venia con retraso y hasta el tope de lleno, era periodo vacacional pues.

Nos hicimos leacho en un lugarcito, sentados en el piso, los vagones venían con sobre cupo del 1000%.

Y ahí vamos, alegres como el jibarito, el calor ya era insoportable a esa hora de la mañana, pero la emoción de salir del pueblo era más grande que los litros de sudor que mi cuerpo emanaba.

El tren en cuestión, paraba en cada pueblito que había a su paso, y si alguien le hacia señales al lado de la vía también se paraba, porque dejarlo ahí.

Entre platica y platica, antes de llegar a Empalme, Sonora, oímos una chillona en la punta contraria del vagón donde viajábamos, y es que resulta que una de las ventanas le cayo en una mano a un jotito y digo jotito por que antes así se les decía, hoy son Gay, y porque digo que era jotito, pues porque era masculino, pero traía los cachetes con rubor y pestañas postizas, además se quebraba al caminar.

Bueno, el caso es que le cayo la ventana y casi le troza los dedos de la mano izquierda, imaginense los gritos despavoridos que emitía, de por si poco le faltaba y con ese golpazo, pues…

Pues ahí va una chillona todo el camino hasta llegar a Empalme donde ya esperaba una ambulancia para darle los primeros auxilios, se habían comunicado vía radio los encargados del tren hasta la estación pidiendo apoyo médico.

Debo decirles que todo el camino estuvimos alerta para que no se nos subiera alguna rata (del tamaño de un armadillo) y de un ejército de cucarachas que tenían invadido el vagón y en realidad todo el tren.

Las ratas cruzaban a todo galope encima de las personas, sin temor alguno, las cucarachas al igual.

Casi saliendo de Empalme, otra vez gritos despavoridos, era una joven mujer que fue mordida por una tremenda culebra pollera, color rojo descolorido, le mordió la mano y a pesar de no ser venenosa según afirmo un veterinario que viajaba ahí, la mujer no dejaba de llorar y decir que se moriría.

Fue tranquilizada a puro verbo y por lo menos ya no gritaba solo gemia.

Sabe que tanto tiempo llevaría la culebra como pasajera de ese tren, estaba obesa y larga, casi metro y medio, pero hasta ahí le llego ser una arrastrada, un valiente le puso una bota tacón cubano como del numero nuevo en la pura cabeza.

Aunque siguió moviendo la cola, fue declarada muerta y arrojada por la misma ventana que había casi cortado los dedos a un pasajero.

Ahí empecé a elucubrar, me decía para mis adentros, “fácilmente puedo escribir un libro de puras historias en este viaje”

Hasta ahí solo lo pensé.

Llegando a Hermosillo, lo que me toco ver fue lo más épico que hasta ese día había visto en mi vida.

Resulta y resalta, como les comenté al principio, era la temporada de verano y el calor era insoportable, imaginesen pasar el desierto de Sonora a puro medio día sin aire acondicionado.

Pues el tren “Bala” así le decían al de primera clase, mismo que se advertía contaba con aire acondicionado en sus vagones y por eso las ventanas no se abrían. Desde su salida de  la ciudad de  Mexicali, B.C., no traía funcionando el aire acondicionado y los pasajeros casi al borde de la deshidratación y el sofocamiento, al llegar a la estación de Hermosillo se bajaron y comenzaron a tirarle con piedras a las ventanas de los vagones, con la finalidad de que entrara aire.

Me toco vivirlo de manera personal, pues el tren “El Burro” donde viajaba su servidor, llego precisamente al mismo tiempo que “La Bala” a la estación en Hermosillo y fue cuando enardecidos los pasajeros de “La Bala” apedrearon sin piedad los cristales de los vagones.

En un momento llegaron policías municipales y hasta los soldados, pero ya era tarde, se había logrado dejar sin cristal alguno más de 6 vagones.

No hubo un solo detenido, tal vez las autoridades ahí presentes consideraron que había sido algo justo y necesario.

Ahí, fue cuando pensé ya de manera muy seria ser periodista.

En aquellos tiempos no había celulares con cámara fotográfica y tener una cámara no era para cualquiera, menos para un pobre estudiante de preparatoria.

Después de durar en la estación de Hermosillo por más de tres horas estacionados, recuerdo que mi compañero de viaje y yo nos comimos una bolsa de burritos de carne machaca cada uno, por cierto, que de carne no traía en lo absoluto nada.

Al llegar casi a media noche a la ciudad de Nogales, parecíamos trabajadores de una mina de carbón, tiznados por el humo de la locomotora, hediondos a fierro viejo, pero contentos porque logramos sobrevivir en esa riesgosa travesía: San Blas-Nogales, en “El Piojo”

Ahora pues, ya saben de donde parten mis orígenes periodísticos.

Y ya estaba destinado para eso, pues por azares del destino, sin trabajo por cuestiones de un accidente que trunco mi vida laboral, para no estar de ocioso, ingrese de nuevo a la universidad (UAS) y estudie la carrera de periodismo, con esto les digo que no soy un improvisado en esta actividad

Avanzamos pues.

Su amigo que los quiere y los respeta.

Roberto René Vega Vega.